La relación entre madres e hijas no siempre es fácil, al igual que los vínculos paterno-filiales. Sin embargo, es muy común que en los escenarios terapéuticos se detecte más de una herida no sanada en este tipo de lazos. Los relatos de sufrimientos y situaciones problemáticas que revelan muchas mujeres en referencia a sus figuras maternas o hacia sus hijas es frecuente.
Muchas veces, el sentido de autoestima de una joven parte de manera directa en cómo cree que la ve su madre. La forma en que se perciben, la visión que tienen de sus valías, de sus fortalezas, de su eficacia e incluso de su esquema corporal se nutre de la referencia que le ofrece su progenitora. Es una realidad muy particular que no podemos dejar de lado.
Asimismo, son muchas las madres que se ven frustradas con determinados comportamientos de sus hijas. Porque no todas las criaturas son iguales y algunas apuntan en ocasiones formas de ser mucho más problemáticas y desafiantes.
Tampoco podemos dejar de lado que el trastorno límite de la personalidad (TLP) es más común en mujeres y esto ocasiona serios problemas a nivel familiar. En un momento dado, estos vínculos pueden quebrarse por completo, dando paso a la distancia y al rencor combinado con callado sufrimiento. Porque esa herida prevalece y en ciertos casos, sí es conveniente sanarla.
El perdón entre madre e hija: ¿por qué ofrecerlo?
Hay madres que no supieron ser madres en su día, e hijas que actuaron como enemigas de sus figuras maternas. Hay vínculos que, por diversas razones, pueden llegar turbulentos, dejar la marca de un trauma y un dolor casi permanente. La Universidad de Michigan destaca en un estudio que este tipo de tejidos relacionales atraen cada vez más la atención de la ciencia y la investigación.
Las madres y las hijas suelen sentir que “deberían” llevarse bien porque la cultura popular les ha inculcado esta idea. La de que entre estas dos figuras se traza una fuerte complicidad, un apoyo mutuo y un afecto enriquecedor. Sin embargo, la realidad traza en ciertos casos otro escenario, uno en el que los problemas de apego, las disputas y las diferencias son una dinámica frecuente.
Algo que demandan a menudo tanto los expertos como las propias pacientes cuando acuden a terapia es que deberían existir profesionales especializados en este tipo de realidad. Sea como sea, lo que se les suele recomendar en más de una ocasión es la necesidad de una reconciliación. Sin embargo, ¿por qué debería llevarse a cabo el perdón entre madre e hija? Lo analizamos.
La persona que fuimos ayer, es diferente a la que somos hoy
Puede que nuestra madre no estuviera preparada para ser madre. Es posible que, como hijas, hayamos tomado conciencia de que el modo en que nos comportamos en el pasado, no fue el correcto. El ser humano cambia, madura y reflexiona a partir de sus propios errores. Si bien es cierto que a menudo nos posicionamos en la idea de que, determinadas personas nunca cambian, esto no siempre se cumple.
Uno puede dejar a un lado ciertas conductas nocivas y arrepentirse de lo dicho o lo hecho. De lo que se llevó a cabo o lo que nunca se llegó a hacer. Asimismo, como bien suele decirse, para ser padre o madre hay que sanar primero las propias heridas. Pero en ocasiones, este proceso se realiza más tarde y por ello, siempre es adecuado dar una nueva oportunidad cuando ambas partes están preparadas para ello.
Errores de los que nos arrepentimos
Malentendidos, decisiones poco acertadas, actitudes incorrectas, actos dañinos que ocasionaron sufrimiento… El perdón entre madre e hija puede llevarse a cabo siempre que exista arrepentimiento. Y en efecto, en muchos casos lo hay. Porque el tiempo a menudo da perspectiva, invita a la autoconciencia y también a comprender nuestra responsabilidad en la ruptura de este vínculo tan significativo.
Hay circunstancias que pudieron promover esas situaciones problemáticas
La maternidad se incrusta en un entorno sociocultural multigeneracional concreto. Hay distintas variables que pueden afectar al hecho de que una madre no estableciera un trato, una atención o un cuidado adecuado a su hija. Estas pueden ir desde relaciones de pareja abusivas, la falta de medios económicos para el correcto sustento de los hijos, la presencia de un trastorno mental, etc.
Por su parte, las hijas también pudieron lidiar con circunstancias adversas que ocasionaron un daño en su vínculo con la madre. Las malas compañías, las adicciones y, cómo no, cualquier problema psicológico pueden ocasionar grandes desafíos en el entorno familiar.
¿Cómo trabajar en el perdón?
Es bueno que las relaciones con nuestros familiares más cercanos sanen para construir nuevas fuentes de apoyo y también un tejido saludable para las generaciones que vendrán.
Hay un gran valor en el vínculo madre-hija y el hecho de que este sea enriquecedor, ejerce un sustrato cotidiano en el que apoyarnos. Hacer un esfuerzo por reparar, reconstruir y sanar ese lazo nos puede beneficiar. Veamos cuáles son esos pasos para lograrlo.
Resolver el resentimiento
Quedar atrapadas en el lodo del resentimiento psicológico nos convierte en víctimas perpetuas. Esa mezcla de despecho, desilusión y enfado nos deja cautivos del dolor. El perdón entre madre e hija requiere abordar sí o sí esta dimensión, y los mecanismos para lograrlos son los siguientes:
- Expresión emocional. Es conveniente sincerarnos emocionalmente y describir cómo no sentimos ahora y en el pasado ante esas circunstancias que nos separaron.
- Reconozcamos que el sufrimiento fue mutuo y demos forma al arrepentimiento. Lamentar las malas palabras y los actos desacertados es un acto de valentía y de sanación.
Cambia la mentalidad: el pasado no es el presente
El pasado nos duele porque es ese espacio donde se originaron nuestras heridas con nuestra madre o hija. Los recuerdos pesan porque están acompañados de dolor. Sin embargo, una vez nos abramos emocionalmente, es momento de centrarse en el aquí y ahora. Es momento de dar nuevas oportunidades siendo conscientes de que nuestras antiguas versiones ya no existen.
Ahora nos reencontramos siendo dos mujeres más maduras, conscientes de las heridas del ayer, pero dispuestas a crear nuevos lazos.
Estar listas para perdonar y pedir perdón
No todos los momentos son los adecuados para proceder al perdón entre madre e hija. Encontrar el yo perdonador dentro de nosotros puede ser un viaje complicado. Este paso requiere tiempo y, sobre todo, haberse sanado a una misma en primer lugar. Solo cuando albergamos la suficiente seguridad, el amor propio y el deseo de reparación de dicho vínculo, podemos dar este paso tan decisivo.
Hay que estar preparadas para ofrecer el perdón, como también para pedirlo de manera sincera, dejando a un lado los reproches, los ataques y las palabras que retrotraen a momentos del ayer.
Deseo de reparar para trazar una relación saludable
El perdón cae en saco roto si se vuelven a los mismos patrones del ayer. Puede que nuestras personalidades sean antagónicas, pero siempre es posible construir un espacio intermedio en el que reencontrarnos con respeto, sabiendo cómo somos cada una. Esto solo se puede lograr si hay un deseo auténtico de reparación, y se demuestra un esfuerzo auténtico por tender puentes, por ser mejores.
Perdonar y pedir perdón alivia, es como respirar en una cámara hiperbárica. Si tenemos un vínculo complicado con nuestra madre o hija, procuremos sanar esa herida. La vida tomará mayor sentido y perspectiva.