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La hipótesis del emparejamiento selectivo: ¿escogemos personas que están a nuestro nivel?

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¿Quién nos atrae y por qué? ¿En qué nos basamos para escoger una pareja? ¿Realmente hay personas fuera de nuestro alcance? Todas estas cuestiones suscitan un especial interés. Y es que es cierto que a todos nos agrada un físico hegemónico y suscita en nosotros reacciones y emociones positivas.

Sin embargo, la realidad es que personas de todas las formas, tamaños, orígenes y características se emparejan y se sienten plenamente satisfechas con sus vínculos, lo que puede deberse a la conocida hipótesis del emparejamiento selectivo de Walster.

Esta psicóloga social, una de las pioneras en la ciencia de las relaciones, propuso que las personas preferimos y tendemos a formar relaciones con compañeros que son similares a nosotros en cuanto a nivel de atractivo. Pero, ¿es esto realmente cierto? ¿Qué implicaciones tiene? ¡Sigue leyendo para descubrirlo!

La importancia de la apariencia física

Nuestro aspecto condiciona cómo nos ven los demás y la forma en que se dirigen a nosotros. En la vida diaria es sencillo observar un cierto privilegio que poseen las personas que se ajustan a los cánones de belleza en cuanto a la opinión que generan en otros. Y esto también ha sido respaldado por la ciencia en numerosas ocasiones.

Las personas tendemos a emitir juicios más positivos sobre las personas atractivas, y les asignamos cualidades extra (como la bondad, la simpatía o la buena intención) aun sin conocerlas. Por ejemplo, un experimento encontró que los participantes juzgaron de forma mucho más dura las travesuras de los niños menos atractivos y fueron más benévolos y optimistas respecto a los atractivos.

Igualmente, en otro experimento en que las personas debían juzgar un supuesto crimen de robo, recomendaron sentencias mucho menores cuando el criminal era atractivo, frente a cuando no lo era o se desconocía su aspecto.

Todo lo anterior nos ayuda a hacernos una idea de cuán relevante es la imagen para nosotros. Y, por tanto, no sería de extrañar que todas las personas escogiesen y prefiriesen a los sujetos más atractivos a la hora de formar pareja. Sin embargo, esto no siempre ocurre.

La hipótesis del emparejamiento selectivo

De hecho, según Walster, es la similitud o el estar al mismo nivel en cuanto a atractivo físico lo que nos hace decantarnos por una persona y preferirla como pareja. Esta es la hipótesis que trató de probar en un estudio llevado a cabo en 1966.

En él participaron más de 700 jóvenes a los cuales se emparejó de manera aleatoria para asistir al baile. Todos evaluaron o calificaron cuánto les habían gustado sus parejas, y a los seis meses se hizo un seguimiento para comprobar quienes de ellos seguían saliendo.

Los resultados fueron algo sorprendentes, y no avalaron la hipótesis de Walster. Las personas más atractivas fueron las que obtuvieron mejores calificaciones, con independencia de si eran similares a sus parejas o no, e independientemente de otros rasgos de su personalidad. Sin embargo, a los seis meses, fueron las parejas más similares las que tenían más probabilidades de seguir saliendo. Lo cual sí apoyaría el emparejamiento selectivo.

Parece ser que la clave reside en la cantidad de tiempo que las personas tienen para conocerse. Y es que, en interacciones cortas, como puede ser el baile, el atractivo prima por encima de todo; no obstante, ante intercambios más largos, la similitud se impone.

Y es que varios años más tarde, en 1969, repitieron el estudio, pero esta vez permitieron que los participantes se reunieran previamente y también que pensaran en qué tipo de pareja les gustaría tener. En este caso, las parejas que eran más similares entre sí (en cuanto a aspecto físico) se sintieron más atraídas mutuamente.

¿Tenemos miedo al rechazo?

Finalmente, la hipótesis del emparejamiento selectivo ha sido probada en diversas ocasiones, mostrando que, de hecho, las personas tendemos a escoger como pareja a quienes están “a nuestro nivel”. Pero, ¿por qué lo hacemos?

La respuesta podría encontrarse en el miedo al rechazo; y es que ajustamos nuestras expectativas a lo que pensamos que tenemos para ofrecer. Tratar de acercarnos o emparejarnos con personas mucho más deseables socialmente nos coloca en una posición vulnerable que parecemos no estar dispuestos a asumir. Y es que en un estudio llevado a cabo por Huston en 1973 se observó que, cuando la probabilidad de rechazo era nula, los participantes escogían como pareja personas más atractivas que ellos.

Todavía no queda claro si esta es realmente la causa y es necesaria más investigación al respecto. Lo que sí puede decirse es que muchas veces el miedo y la baja autoestima nos limitan a la hora de demostrar todo nuestro potencial y que, si los venciéramos, tal vez se abrirían para nosotros nuevas y emocionantes posibilidades.