Suele creerse que las discusiones en pareja son una señal de que las cosas no andan bien en la relación, cuando no es así. En este, como en tantos otros aspectos de las relaciones sociales, lo que importa no es el qué, sino el cómo y el cuánto.
De hecho, nos guste o no, las discusiones en pareja son un elemento al que no escapa ninguna relación. Es normal que tengan lugar y que puedan convertirse en un agente erosivo para la relación, pero también constituyen un espacio para poner sobre la mesa las diferencias o los desacuerdos y propiciar un crecimiento mutuo. Todo depende.
Es normal que la convivencia genere roces y tensiones. No solo ocurre entre los cónyuges, sino también en las familias de origen, con los compañeros de vivienda, etc. Así mismo, es saludable que todas esas fricciones encuentren una vía para expresarse y tramitarse. De ahí que las discusiones también puedan tener una cara positiva; de hecho, podríamos considerar un mal indicador el hecho de que en una pareja no hubiera ninguna.
Las discusiones en pareja
Las discusiones en pareja, como fenómeno, son inevitables, a menos que ya no exista realmente nada en común o que haya un afán neurótico por evitar a toda costa el conflicto. De no ser así, es normal y saludable que de vez en cuando salgan a la luz ciertas discrepancias de criterio y que se debata sobre ellas.
Este tipo de negociaciones intensas no son una señal de deterioro en el vínculo, ni de que el amor esté desapareciendo. El conflicto es un resultado natural cuando las decisiones que toma una persona afectan al otro.
El afán por evitarlas, bloqueando emociones y pensamientos, sí que termina pasando factura. Acumular puntos de desencuentro no resueltos en el futuro sí hace que pueda desencadenarse una tormenta muy seria que llegue a afectar realmente a la raíz de la relación. Usando otra analogía, las relaciones necesitan ventilarse de la misma manera que lo necesitan los espacios físicos.
En el tema de las discusiones de pareja parece haber una clave importante, según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Tennesse. Las parejas que discuten por problemas que tienen solución, tienden a ser más felices. Controvierten acerca de asuntos como el trabajo doméstico, el manejo de las finanzas, las vacaciones, etc. En cambio, cuando tocan dificultades más serias, como la sexualidad, la crianza de los hijos, las expectativas frustradas, etc., tratan de hacerlo en términos no controversiales, sino de diálogo.
Así pues, discutir es positivo, siempre que no sea la puerta de entrada a una encrucijada existencial para la que no existen soluciones fáciles o rápidas, sino que implican reflexiones profundas y, en ocasiones, cambios estructurales.
Los aportes de las discusiones en pareja
Haciendo esas salvedades, se podría decir que los principales aportes de las discusiones en pareja son los siguientes:
- Favorecen el conocimiento mutuo. En las discusiones surgen actitudes y conductas de las personas que no se detectan a simple vista en otro tipo de situaciones.
- Contribuyen a la franqueza. El marco de una discusión es más propicio para manifestar las inconformidades. No es fácil o cómodo hacerlo en otras situaciones. Una vez se ha abierto la compuerta, es más sencillo que fluya todo lo que hay detrás.
- Incrementan la intimidad. Aunque en principio las discusiones en pareja marcan distancias y establecen diferencias, lo cierto es que representan un nivel de comunicación muy estrecho. Cuando se tramitan bien, el resultado es el incremento de la confianza mutua.
- Permiten detectar problemas que se habían pasado por alto. Es común que durante las discusiones en pareja salgan a relucir detalles a los que no se les había prestado atención. Si se mantiene una actitud de escucha, esa información nueva es muy valiosa.
- Prolongan la vida. Así es. Un estudio de la Universidad de Michigan encontró que cuando las parejas pelean en términos razonables, tanto la relación como la vida de los cónyuges tienden a ser más largas.
Una conclusión clave
Las relaciones sólidas pasan por diversos momentos y etapas. Cada una de ellas aporta en la construcción de un vínculo más estable y profundo, siempre y cuando esos cambios se gestionen de la forma adecuada. En una pareja, sí o sí, hay que aprender a tramitar los conflictos.
Si las discusiones en pareja se dan de forma sana, lo que sigue tras ellas es una unión más estrecha. Las líneas rojas son el maltrato o el irrespeto. No importa que tan apasionada pueda ser una discusión: esto no significa que haya derecho a agredir al otro. Aprender a pelear en pareja es también un arte y quienes lo aprenden son más felices.