¿Eres el mayor de tus hermanos? Si es así, es muy posible que dicho papel te resultara incómodo en algún momento. Porque, a veces, nacer el primero hace que debas crecer más deprisa e incluso tener que asumir responsabilidades antes de tiempo. Puede, incluso, que hayas desarrollado una personalidad más exigente y que seas de los que procuran ser de ayuda para todo el que lo necesite.
Bien es cierto que siempre hay excepciones. Sin embargo, en esas dinámicas familiares en las que hay un hermano mayor y otros más pequeños, cada uno termina asumiendo un lugar en dicho entramado relacional. Y esto nos marca, nos condiciona de infinitos modos. Porque lo que acontece en la infancia y la adolescencia termina esculpiendo nuestra personalidad.
Asimismo, hay un dato que suele darse en determinadas circunstancias y que vale la pena destacar. Cuando los progenitores no están disponibles, es el hermano mayor quien asume el papel protector con sus hermanos. En esos contextos, dominados por el maltrato o las desavenencias entre los progenitores, hay niños que se ven obligados a madurar de manera precipitada.
Los hermanos mayores en medio de las crisis de los padres
Empezaremos clarificando que el orden de nacimiento no determina nuestra personalidad. Influye más el contexto social que nos rodee, ese capaz de hacer que, en un momento dado, un niño de doce, trece o catorce años deba asumir el papel de unos progenitores no disponibles para con sus hermanos menores.
Nos condiciona el entorno en el que crecemos y las dinámicas con nuestros cuidadores. A su vez, en ese proceso de desarrollo y despunte de nuestro carácter también es clave la interacción con nuestros hermanos. De hecho, un estudio de la Universidad de Purdue, en Indiana, destaca un aspecto importante.
La relación que se establece entre los hermanos puede fomentar en nosotros desde el aprendizaje social, el tipo de apego, hasta muchos rasgos de nuestra personalidad. Estas figuras son tan decisivas como nuestros progenitores y en ocasiones hasta resultan nuestra piedra angular para favorecer y proteger el bienestar psicológico.
Esto último acontece, sobre todo, en situaciones de disfunción familiar. Cuando hay situaciones de conflicto interparental es el hermano mayor el que se siente más afectado. Por lo general, sobre esta figura recae, en muchos casos, el actuar de mediador entre los padres o de cuidador de los hermanos pequeños.
La teoría de la amortiguación y los padres no disponibles
A menudo se da por sentado que cuando hay una relación conflictiva entre los padres, también suele haberla entre los hermanos; pero no siempre es así. Es cierto que los progenitores actúan como ese modelo social que los pequeños suelen imitan. También es cierto que esas dinámicas dominadas por las disputas, los gritos y los reproches generan una atmósfera caótica e insegura.
Sin embargo, la teoría de la amortiguación nos dice que, a veces, la figura de un hermano mayor lo cambia todo. Cuando los padres no están disponibles, ese niño o esa niña asume el papel del adulto. Son el soporte emocional y también físico de los niños más pequeños, ellos quienes clarifican la situación y confieren seguridad, ellos los que se convierten en la principal fuente de apego válido y positivo.
Los niños mayores y la carga emocional no demandada
Un estudio realizado en la Universidad de Edimburgo en el 2017 afirmaba que, por término medio, los hermanos mayores evidencian un mayor cociente intelectual que sus hermanos menores. Esto se explicaba en el trabajo por varias razones. Estos niños reciben mayor estimulación, atención y apoyo que esos pequeños que llegan después.
Ahora bien, ¿qué sucede en esos hogares en que los cuidadores no están disponibles o arrastran consigo cierta conflictividad? Lo que sucede es que se ven obligados a crecer a la fuerza, asumir tareas y responsabilidades que no les corresponde. Son chicos y chicas con mayor madurez en inteligencia emocional y que, a menudo, se ven obligados a mediar también en los problemas de sus propios padres.
No solo cae sobre ellos la obligación de atender a los hermanos pequeños, sino que, en ocasiones, también hacen de padres de sus propios progenitores. No hay datos sobre si esto eleva o no su cociente intelectual. Sin embargo, lo que sí vemos a menudo es que soportan una carga emocional que a la larga resulta traumática y contraproducente.
Las heridas de la parentificación
La parentificación es un término acuñado por el psiquiatra Iván Böszörményi-Nagy para definir esas situaciones en las que un niño asume el papel de un adulto, sustituyendo así a sus propios padres. De este modo, el hecho de que el hermano mayor tenga que ser el cuidador de sus hermanos y progenitores es una forma de maltrato psicológico.
Muchos de quienes se hayan visto en esta situación saben que esto no siempre imprime fuerza, sino que deja vacíos abismales. Bien es cierto que pueden existir diferencias interindividuales. Sin embargo, por lo general, supone la pérdida de la infancia y una distorsión de la propia identidad. Al ser, a su vez, esas figuras que suministra apoyo, seguridad y afecto a los suyos, crecen sin recibir ellos mismos estas dimensiones tan decisivas de una figura adulta válida.
Es común arrastrar la marca de un trauma y múltiples necesidades no atendidas. Nadie debería ser privado de su propia infancia asumiendo tareas que no le corresponden. La niñez es sagrada y la obligación de atender con amor a toda criatura, una obligación de todos.