Trata de responder a esta pregunta: ¿cómo se reparte la carga de trabajo en tu hogar y en tu familia? Muchas parejas responden rápidamente que las tareas son compartidas de forma equitativa por ambos miembros: uno cocina y el otro friega, uno baña a los niños y el otro les da la cena. A simple vista, la situación parece justa y equilibrada, pero, ¿a quién corresponde realmente la carga mental?
Si superamos el análisis superficial, veremos que un hogar no se sostiene solo en base a los esfuerzos físicos. Mantener las dinámicas diarias requiere de un esfuerzo mental deliberado por planificar, organizar, anticipar y tomar decisiones. Y esta tarea suele recaer fundamentalmente en las mujeres.
Si nos ceñimos a las tareas domésticas de la vida en pareja, ya es común observar desequilibrios. Sin embargo, cuando se forma una familia, cuando llegan los niños, esta brecha se acrecienta y la carga mental que asumen las madres es muy superior a la de los padres. A continuación exploramos estas diferencias.
¿Qué es la carga mental en la maternidad?
La carga mental a la que nos referimos engloba a todos esos procesos previos e invisibles que se requieren para poder llevar a cabo las tareas físicas. Por ejemplo, en una empresa, un empleado se limita a llegar a su puesto de trabajo y cumplir con su cometido. Sin embargo, detrás hay todo un trabajo llevado a cabo por un analista o grupo de analistas: analizar, procesar información, planificar, organizar, establecer metas, prever posibles fallos y soluciones, repartir las tareas…
Cuando esto lo trasladamos al día a día del hogar y la familia, ambos miembros son “empleados”, trabajadores que cumplen con las tareas visibles. Pero, además, las mujeres cumplen una doble función al recaer sobre ellas todas esas tareas de gerencia. Para diferenciar ambos conceptos, veamos algunos ejemplos. Los trabajos físicos y visibles pueden ser como los siguientes:
- Poner la lavadora.
- Cocinar la cena.
- Acostar al bebé.
- Llevar al niño al colegio o al médico.
- Barrer y fregar el suelo.
Por su lado, la carga mental se refleja en tareas de la siguiente índole:
- Recordar qué día y a qué hora era la cita médica.
- Planificar los menús de comida semanales.
- Identificar y reponer aquellos productos necesarios que se estén agotando.
- Firmar la autorización para la excursión escolar de un hijo.
- Organizar la ropa para que los niños tengan disponible la necesaria cuando lleguen las actividades que la requieran.
Las consecuencias de la carga mental en la mujer y en la pareja
Como vemos, la primera parte de las tareas sí puede estar repartida de manera equitativa, pero no así las segundas. De hecho, está tan normalizada la idea de que esa labor le corresponde a la mujer que se espera que incluso sea ella la que le diga a su pareja lo que debe hacer.
No se espera que ellos tengan esta iniciativa, que estén igualmente involucrados en las necesidades familiares y sepan prever, organizar y hacerse cargo de ese trabajo mental. Hablamos de un hecho que tiene consecuencias a varios niveles.
Estrés y ansiedad
Indudablemente, asumir la carga de una vida familiar es pesado. Ocuparse de las necesidades de cada miembro, organizar para que todo funcione como un reloj, recordar citas y fechas, anticiparse, decidir y solucionar es un trabajo a tiempo completo. Pero, además, hoy en día muchas mujeres deben compaginar esta labor con un empleo fuera de casa.
Las mujeres se han incorporado al mercado de trabajo, pero la división de tareas y responsabilidades domésticas no ha avanzado de una forma acorde. Por ello, es común que muchas de ellas se sientan saturadas, sobrepasadas y estresadas en su día a día. Una situación que se agrava de forma importante cuando nacen los hijos, y es que el trabajo mental se multiplica exponencialmente para cumplir con su cuidado y crianza.
Invisibilización
Uno de los aspectos más duros de la carga mental es que es invisible. Nadie repara en ella, en cuán importante es y en lo agotadora que resulta. Muchas mujeres ni siquiera son conscientes de que están llevando a solas una labor que debería ser compartida, simplemente asumen que esto es lo natural. Además, el entorno tampoco reconoce ni valora el tiempo y la energía invertidos en estos cuidados.
Problemas de pareja
Esta situación no es solo desventajosa para la mujer sino para ambos, ya que fácilmente puede derivar en discusiones de pareja. El agotamiento, la sensación de inequidad y de que el trabajo propio no se valora puede generar insatisfacción y resentimiento y terminar alejando a ambas personas.
Repartir la carga mental en el hogar y en la maternidad
Para evitar las consecuencias descritas, es fundamental tomar conciencia de que la carga mental existe y comenzar a repartir esa responsabilidad de forma justa. Aunque hay diferentes formas de lograrlo, una de las más sencillas es dividir las responsabilidades en áreas (por ejemplo: cocina, salud, extraescolares, higiene…) y que cada miembro de la pareja se ocupe al completo de aquellas que le correspondan, tanto a nivel físico como mental.
Así, “cocina” no solo consistirá en preparar las comidas, sino también en planificar menús y comprar los alimentos. Y “salud” no solo consistirá en llevar a los niños al médico, sino también en estar al tanto de cuándo tocan las visitas y pedir cita. Con este reparto de tareas a un nivel más profundo y completo se creará una situación más justa y satisfactoria que redundará en el bien de todo el núcleo familiar.