A menudo, llega un punto en nuestra vida en el que tomamos conciencia de algo. Fuimos víctimas de una familia disfuncional en la que nuestros progenitores, por alguna razón, priorizaron a un hijo por encima del resto. Fue el niño o la niña «dorado/a». Esto se traduce el día de mañana en la figura de esos hermanos narcisistas con quienes andamos casi siempre en pie de guerra.
Discusiones, comportamientos egoístas y abusivos, demandas excesivas, reproches… Si tener un hermano es, por término medio, un regalo de la vida y un aliado constante aún desde la distancia, hay veces en que esta fórmula no se cumple. En ocasiones, crecemos con una presencia claramente dañina, moldeada ex profeso por unos padres con rasgos igualmente narcisistas.
Casi sin saber cómo, nos vemos envueltos en unas dinámicas desgastantes que marcan nuestra infancia y hasta la madurez. Por un lado, tenemos a un padre o una madre que sitúa toda la atención, esperanzas y afectos en uno solo de sus vástagos. Por otro, debemos lidiar con un hermano tiránico, malcriado, competidor y a veces hasta agresivo verbal o físicamente.
Son realidades silenciadas y altamente complejas de las que vale la pena hablar.
Hermanos narcisistas, víctimas de una educación selectiva
«Fabricar» un narcisista es más fácil de lo que pensamos. Basta con reforzar el egocentrismo del niño y desactivar su empatía. Es suficiente con educarlo desde una visión inflada y desmesurada de sí mismo, con mensajes como: «eres el más guapo, eres el más inteligente, eres el niño que más quiere mamá del mundo, etc.».
Los hermanos narcisistas son el resultado de una crianza desigual y discriminatoria que construyó en ellos una identidad distorsionada. Dicha identidad estaba nutrida por la internalización de unas narrativas que les permitió asumir, desde bien temprano, que ellos y solo ellos eran dignos de toda forma de amor y atención.
Poco a poco, bloque a bloque, se erigió esa personalidad dañina que se vuelve más acusada y lesiva con los años. Es más, una investigación de la Universidad de Ámsterdam incide en este mismo hecho. El narcisismo está en parte enraizado en las primeras experiencias de socialización. La educación es ese primer factor capaz de modelar este perfil de personalidad.
¿Qué características, rasgos y comportamientos evidencian?
Quien crece con un hermano o hermana narcisista guarda en su memoria muchos recuerdos de infancia que no siempre son agradables. Más tarde, con el paso de los años, esa relación se vuelve más tensa, dañina y compleja. Hasta el punto de que en la edad adulta, es común mantenerse distanciados o tener encuentros puntuales por mero compromiso familiar.
Veamos ahora algunos signos que les definen:
- Desde bien pequeños necesitaban una atención y reconocimiento excesivo.
- Solo tienen en cuenta sus propias necesidades.
- Ya desde niños, recurrían de manera frecuente a la mentira y el chantaje.
- Siempre evidenciaron una necesidad obsesiva por competir por casi cualquier cosa.
- Nos culpan por cualquier desavenencia o problema familiar.
- Adoran exhibir sus logros ante la familia.
- Siempre proyectan un claro antagonismo hacia nosotros.
- Son reactivos, discutidores, no empatizan y apenas escuchan cuando hablamos con ellos.
- No suelen demostrar ningún interés por cómo van nuestras vidas.
- Cuando nos defendemos o le reprochamos su actitud, inciden en que somos demasiado sensibles.
- Son hábiles para lograr que nuestros padres siempre se posicionen a su favor.
Los hermanos narcisistas logran a veces que terminemos desconectando de la familia
Los hermanos narcisistas son la manzana de la discordia. Son el elemento disruptor, el desencadenante de toda discusión y esa figura que siempre trae consigo una batalla que no queremos empezar. Si ya de niños fueron el ojo derecho de nuestros padres, en la edad adulta serán el derecho y también el izquierdo. Algo así, como bien podemos suponer, tiene un coste.
Es común que terminemos marcando distancia de esa familia claramente disfuncional. Si el origen de todo está en unos padres que, deliberadamente, crearon esa división y esa deferencia sobre uno solo, es frecuente que se opte por evitar, dentro de lo posible, el contacto. Cuando el amor de la familia no es incondicional, todo vínculo supura sufrimiento.
¿Cómo tratar a un hermano o hermana con rasgos narcisistas?
Lo complejo de tener que tratar a los hermanos narcisistas es que también debemos lidiar con una jerarquía familiar. Esa en la que nosotros estamos en el último escalafón y el hijo dorado en la cumbre. Sin embargo, en ocasiones, no podemos distanciarnos de unos ni de otros. En esos casos, es recomendable tener en cuenta lo siguiente:
- No esperes nada de ellos. Debemos asumir la realidad, y no es otra que ese hermano, y esa familia no nos valorará, ni tendrá en cuenta nuestras necesidades. Evitemos, por tanto, depender de ellos en cualquier aspecto, y dejemos de esperar un cambio milagroso.
- Reafirma tus límites. Si estás obligado a mantener contacto con esos hermanos narcisistas, deja claro que pueden y que no pueden esperar de ti. No todo vale y es necesario clarificarlo lo antes posible.
- Sana tus heridas del pasado. Has crecido en una familia disfuncional que solo ha focalizado el afecto en un solo hijo. Tal vez tengas muchos recuerdos y experiencias que sanar. No dudes en solicitar ayuda experta.
Por último, y no menos importante, pon el foco en las figuras que de verdad te aporten afecto, validación y comprensión en tu día a día. Esa y no otra, es tu auténtica familia; la que tú has elegido y formado.