Mudarse de país representa un desafío que lleva aparejado una buena cantidad de preocupaciones, pero emigrar con niños demanda por parte de los adultos un cuidado extra. Sea cual fuere el motivo por el que una familia decide dejar su país de origen, el proceso de adaptarse a una nueva cultura no es nada sencillo.
El salto hacia lo desconocido va acompañado de una sensación de incertidumbre que a menudo resulta difícil de gestionar. A nivel emocional, es natural experimentar un torbellino de sensaciones al adaptarnos a un cambio de tal envergadura. Mientras se duelan las múltiples pérdidas asociadas a la mudanza, se suele percibir también una corazonada de progreso y crecimiento.
Como denominador común, cualquier persona que se muda de país debe transitar un proceso para ir conociendo e incorporando elementos inéditos a su vida: un nuevo hogar, vecindario, costumbres, comidas, clima y en ocasiones, un nuevo idioma. Además, cuando hablamos de niños en edad escolar, se suma la adaptación a un nuevo colegio y grupo de pares. ¿Cómo podemos acompañarlos?
Emigrar con niños: cómo hacer el proceso menos caótico
De la misma manera que a los adultos nos invaden el estrés y la ansiedad cuando emprendemos un cambio significativo en nuestras vidas, para los niños también implica todo un desafío. Es cierto que emigrar con niños no siempre debe plantearse de la misma forma, pues la mejor forma de hacerlo va a variar en función de los rasgos de personalidad.
Mientras que existen personas con alta adaptabilidad y tolerancia a la incertidumbre, hay otras personas particularmente sensibles a la falta de certezas. Ahora bien, en términos generales, podemos considerar ciertos elementos fundamentales para hacer que nuestros hijos vivan este proceso de la forma más armónica posible. Toma nota.
1. Los niños necesitan información
Es más que habitual que los adultos optemos por ocultar cierta información a nuestros hijos por el hecho de no saber cómo comunicarlo. Sin embargo, mudarse de país sin conversarlo lo suficiente con los más pequeños de la familia no es la mejor idea que podemos tomar.
Por esto, si es posible, es recomendable que los niños participen en la mayoría de las etapas del proceso. Además, os animamos a que compartáis con ellos los motivos de la mudanza, para lo que se los tendremos que explicar en un lenguaje que puedan comprender.
Es aconsejable que puedan acceder a la información sobre los que a partir de ahora serán sus lugares habituales: mostrarles fotos, marcarles la ubicación en un mapa y responder de manera honesta a sus preguntas.
En caso de que haya respuestas que no conozcamos, podemos decir “no lo sé, déjame averiguar y te cuento”, o “no lo sé, eso lo sabremos una vez allí”. En definitiva, se trata de hacer más predecible para ellos un futuro inmediato que, de pronto, se ha cargado de incertidumbre.
2. Dar rienda suelta a las emociones
Conocer qué es el duelo migratorio y el conjunto de emociones que suele incluir es imprescindible para emigrar con niños, y no enloquecer en el intento. Es importante asegurarnos de validar sus emociones, reconociendo y expresando como lógico el estado emocional por el que atraviesan.
Necesitarán ir despidiéndose de sus amigos, docentes, familiares que quedan allí, así como también de espacios u objetos valiosos para ellos. En este punto, podemos acompañarlos con empatía y respeto.
En algún punto, emigrar con niños significa tener en cuenta que cada miembro de la familia vivenciará el proceso de una forma singular. Entonces, que tú lo afrontes de cierto modo no significa que el resto lo deba vivir de igual forma. Es importante que los niños se sientan escuchados y partipantes activos del proceso, pues también se trata de sus vidas.
3. Seguir jugando, incluso con la mesa llena de papeles
Si bien es esperable que la rutina familiar se desorganice a partir del minuto cero de una mudanza, es primordial mantener ciertas costumbres y prácticas cotidianas que sirven como referencia para los niños. Una vez que hayan decidido emprender viaje, es probable que el tiempo parezca no ser suficiente. Son muchas las decisiones y tareas que se desprenden de esto: realizar trámites, visas, elegir barrio, vivienda, colegio. Decidir qué llevar, qué no, cuándo y cómo.
Sin embargo, incluso con el caos a nuestro alrededor, los niños necesitan mantener parte de su rutina para sentirse seguros. El juego representa una de las principales actividades de su vida diaria que a su vez facilita una saludable regulación emocional. ¡No es momento de perder lo valioso del juego!
Por esto, intenta seguir dedicando tiempo y energía a los momentos lúdicos que antes compartíais, es más que importante para ellos. Ten presente que las rutinas disminuyen el nivel de estrés y ansiedad.
4. Acompañar en la adaptación al nuevo colegio
De por sí, el cambio de colegio supone un trabajo de adaptación. Y cuando se trata de una institución bastante diferente a la anterior, la cosa se puede complicar un poco más. Son muchas las variables que entran en juego en este proceso: ¿el niño domina el idioma de su nuevo entorno? ¿La comunidad escolar es diversa e inclusiva? ¿En qué período del ciclo escolar ingresará?
Los más pequeños generalmente cuentan con una habilidad mayor para hacerse a nuevos entornos, teniendo menos dificultad para aprender un nuevo idioma. Estos últimos suelen ofrecer más resistencia a los cambios, pues están más arraigados al grupo social por fuera del entorno familiar. En algunos casos, será necesario el apoyo psicológico y pedagógico.
Ya sea con hijos menores o mayores de 12 años, una buena estrategia es hacer una visita previa a la institución antes de tener el primer día de escuela. De esta manera, el niño podrá ir familiarizándose con el espacio y conociendo a algunos docentes o directivos que lo integran.
Cualquier niño puede verse afectado por un cambio de escuela y los adultos podemos tomar ciertas medidas para minimizar los efectos.
5. La importancia de ser honestos
Los adultos transmitimos nuestras emociones a nuestros hijos, aunque no se las comuniquemos explícitamente. Por eso, resulta fundamental adoptar una actitud honesta con nosotros mismos y con nuestros hijos: todas las emociones son válidas, por ende no es necesario ocultarlas.
Si sientes miedo, no tienes por qué esconderlo al resto de la familia. Las emociones displacenteras son parte del proceso, así como las placenteras. Sin lugar a dudas, emigrar con niños no es nada sencillo. Intenta hacer lo mejor, pero recuerda que no es posible hacer las cosas a la perfección…