Son perversos, vampiros de la autoestima, ladrones de la identidad, maltratadores natos… Sin embargo, caemos en sus redes y, en ocasiones, no una, ni dos veces… Porque, siguiendo al dicho popular, es común tropezar varias veces con la misma piedra, con el mismo tipo de persona dañina.
Nos encantaría tener un detector de largo alcance para poder evitarlos lo antes posible. Más aún, sería estupendo que cada uno de nosotros llevara un código QR en la piel que nos facilitara la labor de decidir si el otro es una persona de fiar o no lo es. Sin embargo, las relaciones humanas no funcionan así y nunca es fácil saber si ese alguien que ahora nos atrae va a hacernos sufrir en el futuro.
Paul-Claude Racamier, un conocido psicoanalista francés, se pasó toda su vida analizando la figura de quien llamó el narcisista perverso. Según él, algo que busca este elemento tan común en nuestra sociedad es destruir la imagen del otro (ya sea una pareja, un compañero de trabajo o un amigo) para reforzar la suya.
¿Por qué nos cuesta tanto verlos venir? ¿Por qué es tan fácil sentirse atraídos por ellos?
La atracción hacia los narcisistas
Si bien es cierto que el trastorno narcisista de la personalidad no es común, sí lo es la personalidad narcisista. Es decir, estamos ante una realidad psicológica que entra dentro de un espectro. Hay quien presenta un perfil más patológico (y peligroso), mientras otros evidencian un comportamiento más sutil, pero a la larga dañino también.
Si nos preguntamos por qué son así o por qué parece que en los últimos años colonizan casi cualquier escenario social, la respuesta no es sencilla. Hay quien señala que son el subproducto de nuestra actual modernidad. Demasiado egoísta, demasiado focalizada en la autogratificación, en esa ansia por tener el centro atención. Ahora bien, una de las explicaciones más consensuadas pone el foco en la crianza, en la educación.
Un estudio de la Universidad de Princeton habla de esos padres que educan sin límites, asentando los pilares de una autoestima dañina que solo se nutre de la admiración ajena. Educar una autoestima sin empatía -ignorante o indiferente ante las necesidades del otro- hacer germinar al narcisismo perverso, a ese niño o esa niña que solo se rinde culto a sí mismo.
Ahora bien, entendemos la teoría, comprendemos quizá el porqué del auge de esta personalidad. Sin embargo, si ponemos el foco en nosotros, seguimos haciéndonos la misma pregunta: ¿por qué los narcisistas resultan tan atractivos? Analicemos las claves.
Aunque no lo sepas, estás predispuesto
Hay determinados perfiles de personalidad que siempre se sentirán más atraídos por los narcisistas. Por ejemplo, los hombres y las mujeres complacientes son la pareja casi perfecta para un narcisista. Aunque ese vínculo esté abocado al sufrimiento absoluto. El complaciente se siente bien haciendo feliz al otro y útil al brindarle aquello que necesita.
Pero, cuidado, el narcisismo lo quiere todo y todo se lo queda. Al final, el complaciente queda agotado, humillado y sin recursos. Asimismo, también las personas muy empáticas pueden sentirse atraídas por este perfil dañino. Son hábiles para comprender las emociones ajenas y si hay algo que esconde a menudo un narcisista es la frustración y el sufrimiento.
Más allá de lo que podamos pensar, estas personas son infelices y tienden a la depresión y la destructividad. El empático percibe ese mundo interno y también ansía ser su salvador, pero quien acaba más dañado es él mismo.
Son hábiles para mostrarse deseables y saben cautivarte
Si nos preguntamos por qué nos enamoramos de los narcisistas, la respuesta está en su sutil habilidad psicológica. Saben qué decir en cada momento, saben qué tecla tocar para atraerte, para llamar tu atención. Son amables, seguros de sí mismos, resolutivos y hasta brillantes. Rara vez pasan desapercibidos y son capaces de mostrar virtudes que, en realidad, no tienen.
Pensarás que son amables, cuando su amabilidad es puramente instrumental. Te harán pensar que eres su centro del mundo, cuando en realidad solo ansían que seas ese satélite que gira a su alrededor.
La predisposición
En ocasiones sucede. Terminamos una relación con un narcisista y al cabo del tiempo, sin saber bien cómo, tropezamos con la misma piedra. Aunque nos sorprenda, no es algo aislado. Es bastante común encadenar relaciones dañinas con diversas personas con rasgos claramente narcisistas. ¿Por qué ocurre?
Un de las teorías que lo explican es la predisposición. Hay quien se siente atraído por unos determinados rasgos de personalidad (la seguridad, el encanto, el liderazgo, etc.). De algún modo, cuando encuentran a una persona con este perfil piensan que “esta vez sí puede ir bien, que vale la pena intentarlo de nuevo”.
Saben ser tu espejo
En las primeras etapas saben ser tu espejo. Practican el hábil arte del mimetismo: si tú sufres, ellos sufren. Si tú tienes una pasión, ellos también la tienen. En caso de que te preocupe algo, ellos se preocuparán mucho más y te harán creer que tienes razón.
Durante esa primera fase del cortejo, son unos camaleones exquisitos, mentes preparadas para hacerte creer que son tu alma gemela. No obstante, poco a poco, ese espejo se irá opacando para revelar el auténtico rostro. Será entonces cuando empiecen a denigrar todo lo que dices, lo que sientes, lo que valoras…
Para concluir, solo cabe destacar algo importante. No debemos culpabilizarnos por haber caído en la red de un narcisista. Pasa todos los días y seguirá pasando. Lo último que necesitamos es alimentar el sentimiento de culpa para dañar aún más nuestro autoconcepto.
Evitémoslo, no vale la pena. Lo más decisivo tras haber pasado una experiencia de este calibre es fortalecer la autoestima.