Educar a los hijos es una aventura que dura muchos años y que atraviesa distintas etapas. Saber adaptarse a cada una y mantener la actitud adecuada para no enviar mensajes equivocados a nuestros hijos, no siempre es fácil. Sobre todo si se trata de situaciones tensas, con reacciones violentas y palabras hirientes de por medio. Por todo ello, desde unComo te damos algunas pautas acerca de cómo reaccionar ante los insultos de los hijos.
No alarmarse ante los insultos
En primer lugar hay que saber interpretar la intención de nuestros hijos para actuar en consecuencia. En sí no es grave si en alguna ocasión dicen algún insulto de forma aislada, ya que muchas veces pueden estar simplemente imitando a otros adultos o niños mayores que ellos. Decir "tacos" puede ser a veces una forma de demostrarse a sí mismo y a los demás que ya no son niños pequeños, y muchas veces ni siquiera saben el significado real de lo que dicen. En esos casos lo mejor es no reírles la gracia ni dar muestras de aprobación, ya que de lo contrario estaremos reforzando esas actitudes y no dudarán en repetirlas en el futuro.
Otras veces, sin embargo, lo único que pretenden es llamar nuestra atención, porque ya saben de antemano que diciendo insultos les vamos a regañar. Lo importante es no perder la calma, marcar cuanto antes nuestros límites y hacerles entender que con insultos lo que se acaba consiguiendo es lo contrario de lo que se busca, además de que se pueden herir los sentimientos de otra persona.
Las rabietas son normales
Los niños deben aprender a superar la frustración. Una pataleta forma parte también del aprendizaje, y en ningún caso significa que un hijo vaya a ser violento de mayor. Simplemente debe aprender a canalizar ese enfado y entender que no siempre puede conseguir lo que quiere, y mucho menos, que la violencia y los gritos son un medio para conseguir sus fines. Ahí entra nuestra responsabilidad como padres, no cediendo a ese pequeño "chantaje" al que nos someten los niños. Si no, podemos hacer que nuestros hijos crezcan siendo caprichosos, y cada vez nos sea más difícil controlar sus enfados.
Poner límites
Los insultos o las respuestas agresivas como "te odio" o "no te quiero", que pueden causarnos tanto daño, deben entenderse en este contexto. No debemos tomarlas al pie de la letra ni dejar que nos nublen el pensamiento, sobre todo si las dice un niño pequeño que aún no entiende el significado pleno de una expresión así. Estas actitudes no son necesariamente motivo de preocupación, pero en todo caso hay que delimitar muy claramente lo que es admisible para nosotros y lo que no, para que no se conviertan en una costumbre. Que puedan ocurrir normalmente no significa que deban admitirse, si no más bien al contrario, hay que estar prevenidos para cortar de raíz estos comportamientos, si se dan, y hacerle entender por qué nos puede herir que nos insulten.
Agresiones físicas
La violencia física es uno de esos límites que indican que algo no va bien. Es importante no reír nunca ni aprobar esas actitudes, por muy gracioso que pueda parecerle a un adulto ver a un niño de dos o tres años con ese "desparpajo". Tampoco hay que caer en el pensamiento de que son cosas de críos y que pasarán con el tiempo, si no que hay que hacerles entender por qué no se debe agredir ni insultar verbalmente, las consecuencias que puede conllevar si lo hacen, y cumplir con nuestra propia palabra, si amenazamos con castigar.