La investigación arroja mucha luz sobre por qué la gente posterga las cosas, y la mayoría de la gente lo hace en un momento u otro, si no es que habitualmente. Se estima, por ejemplo, que, de los estudiantes universitarios, entre el 80 y el 95 por ciento pierden el tiempo, y alrededor del 50 por ciento prefieren la autocomplacencia "de manera consistente y problemática", según una revisión metaanalítica realizada por Piers Steel.
Se ha sugerido que la tendencia a procrastinar es lo suficientemente estable como para que algunas personas la consideren un rasgo. ¿Conoces a alguien, incluso podrías ser tú, que siempre está teniendo dificultades por hacer las cosas, y mucho menos a tiempo?
Pero posponer una tarea aversiva (pagar los impuestos, responder el correo electrónico abrumador de un colega o limpiar el ático) es una cosa, y procrastinar constantemente para tu propio detrimento es otra.
Las raíces de la procrastinación en la infancia
Todos arrastramos los pies cuando una situación que tenemos que afrontar es peligrosa o desagradable, es una tarea tediosa o hay una obligación que realmente no queremos cumplir, pero hay personas que habitualmente se estancan. Algo de eso se conecta con el miedo al fracaso y, si bien a nadie le gusta fallar, no todos le temen.
Los niños que crecieron con sus necesidades emocionales satisfechas y que fueron amados, apoyados y alentados a asumir riesgos, no temen al fracaso. Estas personas firmemente vinculadas ven el panorama de la vida como salpicado de posibles fracasos y contratiempos porque no es realista creer que alguien tendrá éxito en todo. Esto no significa que un paso en falso no duela, porque lo hace, pero los apegados de forma segura tienen la capacidad de reagruparse. Y debido a que siempre consideraron el fracaso como una posibilidad, no se anulan. Algunos psicólogos llaman a estas personas "orientadas al enfoque".
Por el contrario, si la persona creció en una familia en la que había que ganarse el amor y escaseaba el apoyo, es más probable que asuma que cualquier fracaso refleja su estado defectuoso como ser humano, en lugar de un error o un fallo de cálculo. Es probable que su respuesta a un revés se haga eco de lo que le dijeron cuando era niño, incluida la idea de que el mundo está dividido en ganadores y perdedores y que nunca querría ser etiquetado como este último.
Los estudios sugieren que el miedo al fracaso se transmite de una generación a la siguiente. Estas personas se denominan "orientadas a la evitación" porque no esforzarse por llegar a las alturas parece mucho más seguro que fallar catastróficamente; se abrazan a las barandillas y, como resultado, evitan desafíos, lo que tiene consecuencias en la vida real.
No es difícil ver cómo la procrastinación se alimenta del miedo al fracaso; después de todo, no puedes fallar en algo que no has hecho. Esto parece contrario a la intuición, ya que simplemente estás cambiando una variedad de fallas por otras, pero para aquellas hijas e hijos que han crecido con estándares imposibles de cumplir e hipercriticidad, esquivar el problema puede ser mucho más fácil que arriesgarse a la humillación.
De manera similar, también se ha teorizado que la procrastinación puede ser una forma de "autoimpedimento", una forma de proteger la autoestima al poner obstáculos en el camino de una tarea, dándose así una explicación o excusándose en lugar de tener que lidiar con el fracaso potencial como un reflejo de uno mismo o de las propias habilidades.
Para un procrastinador, la respuesta siempre es “luego”
Un interesante estudio de 2018 realizado en Suecia analizó si los comportamientos cotidianos podrían revelar si alguien era un procrastinador crónico. Observaron a personas en varios entornos y luego administraron un cuestionario diseñado para medir la procrastinación. Los escenarios incluían si alguien se paró o subió una escalera mecánica en un centro comercial, si alguien eligió una clase de ejercicio temprano o tarde, si los estudiantes eligieron tomar un seminario temprano o tarde, si alguien trajo el almuerzo de casa o lo compró en el último minuto, y un autoinforme sobre llevar el almuerzo y comprar un almuerzo caro.
Procrastination Lecturas esenciales
Lo que encontraron los investigadores fue que la falta de preparación y acción, el sello distintivo de un procrastinador, se reveló tanto en el comportamiento como en el cuestionario. Para la persona que pospone las cosas, siempre es preferible "más tarde" a "antes", aunque puede haber beneficios reales en no demorarse. (Y, sí, los procrastinadores se pararon en las escaleras mecánicas).
Qué hacer si eres un procrastinador crónico
Si constantemente demoras o terminas evitando desafíos simplemente esperando hasta que sea demasiado tarde para hacer algo al respecto, lo mejor que puedes hacer es sondear las razones personales por las que postergas las cosas. Hay muchas posibilidades de que procrastinar se interponga en el camino de tu mejor vida, por lo que ahora es el momento de tratarlo. Trabajar con un terapeuta talentoso es la mejor ruta (aquí puedes encontrar uno cerca de ti México, España, Chile, Argentina, Colombia), pero puedes comenzar haciéndote las siguientes preguntas y respondiendo de la manera más honesta posible:
- ¿Estás más motivado por el miedo al fracaso que por la tentación del logro?
- ¿Hay tareas específicas que pospones o alguna tarea entra en esta clasificación?
- ¿Te sientes ansioso cuando pospones las cosas? ¿O retrasar una tarea provoca una sensación de alivio?
- ¿Por qué crees que pospones la adopción de medidas?
- ¿Cómo te ha afectado la procrastinación en el día a día? ¿En tu vida laboral? ¿En tus relaciones?
- ¿Hay momentos en los que es más probable que pospongas las cosas que en otros? ¿Ves un patrón?
- ¿Cuál es tu opinión de las personas que procrastinan? ¿Te clasificas en la misma categoría?
Lo que se aprende no puede desaprenderse
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