Como padres, nos preocupamos mucho por el comportamiento de nuestros hijos; queremos convertirlos en seres humanos responsables, amables y productivos. Pero muy a menudo ignoramos una de las cosas más importantes que dan forma al desarrollo de nuestros hijos: ¡sus genes! Aproximadamente la mitad de las diferencias entre los niños en todas las dimensiones del comportamiento, que van desde la extraversión hasta la impulsividad y la ansiedad, se deben a diferencias en su ADN, mientras que la otra mitad se debe a diferencias en sus entornos. Al ignorar la pieza genética, en realidad lo hacemos más difícil para nosotros como padres, porque comprender cómo los genes de nuestros hijos dan forma a su comportamiento puede ayudarnos a criarlos para que se conviertan en la mejor versión de sí mismos. Aquí hay cinco cosas clave que los padres deben saber sobre cómo los genes de sus hijos afectan su comportamiento:
1. Los genes influyen en la forma en que los cerebros de los niños se conectan durante el desarrollo.
El ADN no solo codifica el cabello castaño o rubio, los ojos azules o marrones, sino que da forma a la manera en que se construyen los cerebros de nuestros hijos, lo que afecta sus tendencias naturales en muchos rasgos de comportamiento. Es por eso que algunos niños son naturalmente más sociables y otros tardan más en familiarizarse con nuevas personas y situaciones. Algunos niños se dejan llevar por la corriente y otros son más propensos a la angustia, la frustración y el miedo. Algunos niños tienen más autocontrol y otros son más impulsivos. Todo comienza con diferencias en su ADN.
Para descubrir qué comportamientos reflejan la disposición natural de tus hijos, piensa en sus tendencias que muestran consistencia a lo largo del tiempo y en todas las situaciones. Por ejemplo, muchos niños se ponen de mal humor cuando están cansados o tienen hambre, pero si tu hijo parece enfadarse constantemente por cosas aparentemente menores (en casa, en la escuela, cuando hace mandados) y ha sido así desde que era pequeño, refleja una disposición hacia una emotividad superior.
2. Los genes de los niños influyen en cómo otras personas responden a ellos.
Es más probable que un bebé feliz sea abrazado y sonreído que un bebé que llora constantemente. Un niño pequeño sociable tiene más probabilidades de llamar la atención de los maestros y otros adultos. Es más probable que un niño con poco autocontrol provoque frustración o castigo por parte de sus padres. Debido a que los genes de nuestros hijos influyen en su temperamento, también afectan la forma en que otras personas responden a ellos. Esto crea una cascada de desarrollo en la que los genes de cada niño impactan sus experiencias ambientales, que luego impactan aún más al niño.
3. Los genes influyen en cómo los niños responden a su entorno.
Una mirada dura de un padre puede hacer llorar a un niño, pero apenas se registra para otro niño. Un encuentro con un perro en la calle puede llevar a un niño a chillar de alegría y a otro a encogerse detrás de la pierna de sus padres. Los niños con diferentes disposiciones en realidad experimentan el mundo de diferentes maneras. Ciertos entornos pueden ser más o menos estresantes o agradables, según la disposición genética del niño.
4. Los genes influyen en los entornos que buscan los niños.
Cuando nuestros hijos son pequeños, están en gran medida a merced de los adultos en cuanto a sus actividades diarias, pero sus reacciones a diferentes entornos impactan si repetimos actividades o no. Si llevas a tu hijo a un museo y le encanta mirar el arte y pasan una tarde divertida juntos, es probable que lleves a tu hijo a más museos. Pero si tu hijo corre como loco por el museo y tú pasas la mayor parte de la tarde disciplinándolo y disculpándote con el personal del museo, entonces es menos probable que busques más experiencias de vinculación con el museo en el futuro. A través de sus reacciones a ciertos ambientes, los niños modelan indirectamente las experiencias que los adultos en su vida buscan para ellos.
A medida que crecen, los niños seleccionan directamente los entornos que se adaptan a sus temperamentos genéticos: los niños arriesgados se suben a la copa de los árboles altos y saltan de los juegos infantiles. Los adolescentes arriesgados pasan el rato en conciertos y bares. Los niños que son más ansiosos o introvertidos prefieren pasar más tiempo en casa o en actividades de grupos pequeños. Los genes de los niños influyen en su desarrollo en parte al influir en los entornos que seleccionan.
5. Los padres pueden ajustar las disposiciones genéticas de los niños hacia arriba o hacia abajo.
Esta es quizás la pieza clave para los padres: ¡los genes de nuestros hijos no son el destino! Nacen con disposiciones naturales, pero podemos desempeñar un papel en cómo se desarrollan esas disposiciones. Al comprender la forma en que los genes de nuestros hijos dan forma a su comportamiento, los padres pueden trabajar con sus hijos para acentuar sus fortalezas naturales y evitar posibles desafíos que vienen con diferentes disposiciones. Al comprender lo bueno y lo no tan bueno asociado con diferentes estilos temperamentales y el ciclo de retroalimentación gen-ambiente descrito anteriormente, podemos ayudar a guiar a nuestros hijos a medida que crecen.
Por ejemplo, los niños que tienen mucha emotividad (cuyos genes los llevan a ser más rápidos a la frustración, la ira o el miedo) en realidad necesitan diferentes estrategias disciplinarias para enseñarles a manejar su disposición. Pero los padres con frecuencia confunden el comportamiento de su hijo con "ser travieso" en lugar de originarse en el cableado de su hijo, y responden implementando consecuencias de manera que empeoran el comportamiento.
Los desajustes entre las disposiciones de los niños y su entorno también suelen estar en el centro de la tensión familiar. Por ejemplo, los niños difieren en los niveles de extraversión desde una edad muy temprana. Al igual que con los adultos, llevar a un introvertido a un entorno desconocido con muchas personas nuevas puede ser abrumador. Pero en los niños, sus cerebros aún en desarrollo no tienen la capacidad de explicarnos (o incluso de reconocer) por qué están tan molestos, solo responden con lágrimas o berrinches. Comprender los temperamentos de nuestros hijos y las necesidades de los niños con diferentes disposiciones ayuda a los padres a comprender el por qué detrás del comportamiento de sus hijos, lo que les permite implementar prácticas para aliviar los factores estresantes del día a día.