Si comprendemos nuestra historia de millones de años como especie, en especial las formas de vida de los mamíferos y otras especies que cuidan de sus crías, es fácil notar muchas violaciones en estos días de los estándares que se desarrollaron a lo largo de la evolución para criar descendencia. La evolución nos preparó para una inmersión casi constante dentro de relaciones sociales placenteras en todas las edades. La cultura técnico-industrial está enfocada al trabajo asalariado, lucrativo e inmersión en tecnologías. No evolucionamos para esto.
Una de las experiencias más dañinas, aunque quizás la más común, para los niños de hoy es la desconexión. Los niños pequeños necesitan más conexión que el resto de nosotros: la presencia física y el consuelo de cuidadores estables.
La desconexión fue notada y descrita más famosamente como la ruptura del "continuo" por Jean Liedloff en su bestseller de 1975 The Continuum Concept. Un nuevo libro, Jungle Jean, analiza su vida.
Liedloff sorprendió e inspiró a los padres estadounidenses al contrastar las formas de vida y la crianza de los niños del mundo occidental y los pueblos del Amazonas, a quienes visitó repetidamente durante meses. Los Yequana del amazonas eran felices y saludables (aunque con la ayuda de su botiquín de primeros auxilios), contentos de estar vivos, mientras que sus compatriotas neoyorquinos (en las décadas de 1950 y 1960) se encontraban tensos, hirviendo constantemente con hostilidad, miedo o pavor. Ella puso la base causal al pie de las diferencias en la crianza de los hijos.
En la Amazonía, las necesidades de los niños se cumplían sin cuestionamientos, en lugar de controlarse (por ejemplo, entrenamiento del sueño) o minimizarse (por ejemplo, "los bebés necesitan que se les enseñe la independencia"). Los niños amazónicos eran llevados y sostenidos "en brazos" la mayor parte del tiempo hasta que se movilizaban. Las comunidades seguían los principios del nido evolucionado, que en conjunto respaldan un desarrollo psicosocial y neurobiológico óptimo (Narvaez, Panksepp et al., 2013).
¿Cómo es la desconexión para los niños pequeños? Estos son algunos puntos que Liedloff observó en las familias estadounidenses comunes.
- Separación física que el niño no elige
- Bebés lejos de los brazos (lejos del cuerpo del cuidador) durante horas seguidas, dejados en dispositivos (por ejemplo cunas, cochecitos) durante largos períodos de tiempo
- Separación de las actividades familiares
- Angustia ignorada
- Nalgadas o castigos dolorosos
- Regaños
- Exclusión emocional
- Intentos de comunicación ignorados
- Esfuerzos de conexión mal reconocidos y castigados
- Esfuerzos por aprender a partir acciones no reconocidos y castigados
- Movimiento en un mundo estrictamente controlado
- Falta de confianza en las capacidades del niño
- “Maldad” esperada en el niño
- Cuidador desapegado o emocionalmente ausente
- Prevención del movimiento natural al aire libre
Después de una infancia de desconexión, los adultos gastan una gran cantidad de tiempo, dinero y angustia en adormecer su soledad o en tratar de volver a un sentimiento de conexión: consigo mismos, con los demás, con el universo.
Incluso si la infancia fue una de conexión, podemos encontrarnos sintiéndonos desconectados en la edad adulta. Vivir en un área urbana donde nos encontramos con muchos extraños cada día y/o pasamos tiempo en ambientes no acogedores no ayuda. A veces, nuestros esfuerzos por reconectarnos pueden salir mal, por ejemplo, si nos unimos a una secta o grupo exclusivo porque parecía ofrecer la conexión deseable, pero en lugar de eso nos lleva a hacer cosas que de otro modo no elegiríamos hacer.
Uno de los beneficios de la pandemia que obliga a las personas a quedarse en casa es la presencia de los padres con los niños pequeños. Aunque a todas las edades necesitan sentirse conectados, apreciados y como pertenecientes, los niños pequeños se ven particularmente afectados porque es el momento de la vida en que una persona está autoorganizando las funciones cerebrales y las expresiones en torno a los sentimientos y experiencias del día a día.
Una vez que nos damos cuenta de lo importante que es la conexión, podemos esforzarnos por establecerla en nuestra vida. Aunque no sea posible con las personas, la conexión diaria con la naturaleza puede mitigar los sentimientos de soledad. Las mascotas pueden ayudar, pero también una planta, un árbol en el que nos apoyamos, el sol en nuestra piel, la tierra en la que descansamos.