Un nuevo estudio publicado en la revista Psychological and Cognitive Sciences explora el impacto de las experiencias adversas de la infancia (es decir, los factores estresantes extremos que ocurren entre las edades de 0 y 18 años) en el desarrollo del cerebro. Según el estudio, las personas que han tenido experiencias negativas en la infancia tienen más probabilidades de mostrar ciertos déficits cognitivos en la edad adulta, particularmente en el área de la toma de decisiones.
Alexander Lloyd, investigador de la Universidad de Londres en Inglaterra, divide las experiencias adversas de la infancia en tres categorías principales:
- Eventos amenazantes, que incluyen el abuso físico, el abuso emocional y el abuso sexual.
- Negligencia, que incluye negligencia física y emocional.
- La adversidad familiar, que incluye el divorcio de los padres, el abuso de sustancias de los padres, la enfermedad mental dentro del hogar y/o tener un pariente encarcelado.
"Ha habido un gran cuerpo de investigación sobre los vínculos entre las experiencias adversas de la infancia y el desarrollo del cerebro", dice Lloyd. "Sin embargo, menos investigaciones han examinado el impacto de estas experiencias en la forma en que tomamos decisiones y procesamos las recompensas".
Explorar la retroalimentación de recompensas
Para estudiar esta relación, Lloyd y su equipo utilizaron una tarea experimental llamada "búsqueda de terrenos", en la que una persona juega una especie de videojuego de granja en el que debe elegir entre quedarse con un terreno conocido con recompensas conocidas que disminuyen con el tiempo o explorar un nuevo terreno con recompensas desconocidas.
"En nuestra tarea, las personas tenían que recolectar manzanas de los árboles", explica Lloyd. "Cuanto más tiempo se quedaran con su árbol actual, menos manzanas estarían disponibles para recolectar. Alternativamente, podrían irse para viajar a un árbol nuevo que tuviera un manojo de manzanas frescas. Usando esta tarea, pudimos calcular cuánto peso le dan las personas a la retroalimentación de recompensas recientes en comparación con la retroalimentación más histórica".
Los hallazgos demostraron dos cosas clave:
- Las experiencias adversas de la infancia se relacionaron con una menor exploración de tareas, lo que implica que las personas que tuvieron experiencias infantiles negativas tenían menos probabilidades de aprovechar toda la gama de recompensas disponibles en su entorno.
- Las personas que habían estado expuestas a experiencias adversas en la infancia mostraron menos exploración en general, una señal de que estaban infravalorando la retroalimentación de recompensa que estaban recibiendo en el juego.
"Creemos que nuestros hallazgos pueden estar relacionados con el desarrollo de regiones del cerebro que son responsables de procesar las recompensas, ya que investigaciones anteriores han encontrado que las personas que han experimentado experiencias adversas en la infancia tienen menos activación neuronal en respuesta a las recompensas en comparación con las personas sin estas experiencias", dice Lloyd.
Ayudar a las personas con experiencias adversas en la infancia
Para los médicos y las personas que ayudan a las personas que han experimentado experiencias adversas en la infancia, Lloyd tiene los siguientes consejos:
- Dado que las personas que han experimentado experiencias adversas en la infancia tienen menos probabilidades de explorar nuevas oportunidades, podría ser útil que los profesionales que trabajan con ellas comprendan que las experiencias de adversidad pueden estar asociadas con una renuencia a probar cosas nuevas, lo que puede dificultar ciertas intervenciones para las personas con estas experiencias.
- Las personas con experiencias adversas en la infancia también tienden a infravalorar la retroalimentación de recompensa. Por lo tanto, alentar a las personas con experiencias adversas en la infancia a reconocer la retroalimentación de recompensa positiva también puede ser útil cuando apoyamos a alguien con experiencias de adversidad.
Los autores esperan que sus hallazgos contribuyan a una mejor comprensión de los impactos negativos asociados con las experiencias adversas en la infancia y puedan informar estudios futuros que tengan como objetivo apoyar a aquellos que han experimentado adversidad.
"En última instancia, me gustaría ver que la investigación futura desarrolle intervenciones para reducir los impactos de la adversidad en la salud mental al identificar características específicas de la cognición que se ven afectadas por estas experiencias", concluye Lloyd.